Indefinido.

«Pequeños contratos» los llamo yo. Hace un tiempo que vengo pensando en ellos. Son como pedazitos de acuerdos que nos hacemos cada vez que finalizan nuestras mágicas jornadas compartidas.

Una y otra vez sentimos esa sensación de bienestar emocional que nos colma, nos deja tiesos en un mar de suspiros, resecos de aire en nuestros pulmones, compartiendo miradas sin poder decir una sola palabra más que entendiéndonos con emocionadas miradas. Cuánto intercambio de sensaciones, puff muerto estoy!

Y así estamos, corriendo a favor de la tormenta, impulsados por nubarrones que cargan pesados vientos, cual dos coloridos salmones nadando ciegamente contra la corriente, esperando no estrellarnos en la orilla sino lograr sobrevivir en este lago colmado de especies hambrientas por devorarnos, desesperadas por separar nuestro nado sincronizado.

Hoy sellamos un nuevo sobre. Un nuevo contrato. Renovando el último que apenas tenía dos días.

A veces la espera es corta, otras suele ser un poco más espaciada. Generalmente intentamos que los contratos duren poco tiempo, cosa de no perder el entrenamiento logrado en nuestros estrangulantes abrazos o avasallantes besos.

El contrato de hoy y de acuerdo a la inmensidad de lo vivido tal como manda una de nuestras leyes, te lo dejo pasar por el tiempo que quieras. No expira, no voy a contar los días hasta volver a firmar uno nuevo.

Eso sí, que se repita. Que se repita!!!

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Amado.

Creo que todo comienza con mi fascinación por determinados estilos musicales. Viene de mucho tiempo atrás. De antes, desde mucho antes de comenzar siquiera a escuchar mis primeros cds allá por el noventa y tres.

Mis oídos han estado impregnados de música desde que tengo uso de razón y cuando no la hay, la busco, la atrapo, la rapto para que camine junto a mí.

Música sin idiomas, cual cobra en medio del desierto, con solo sentir el ruido excitante de la música que va a hipnotizar… ahí estoy fuera del cesto de mimbre, danzando, sintiendo el pulsar de los sonidos, llevando lentamente la melodía conmigo.

Una vez dentro de mi cuerpo la guardo, la selecciono, le pongo coloridas etiquetas y sobrenombres, y ahí nomas en medio de mi corazón, las dejo tintineando. Así voy creando y acrecentando mi galería de temas, mis bandas sonoras. Hay veces que no llego a entender mis reacciones al escuchar determinados temas. Y a los minutos me doy cuenta que dichos impulsos saltan desde los más profundo de mi galería musical.

A las canciones tristes muchas veces las dejo pasar, pero las melodías más dulces, quedan… son demasiado disfrutables. Desde hace ya un tiempo hay una canción que no puedo dejar de escuchar, y bastan cinco acordes para que mis sentidos se abran, se suelten… es que no soy solo yo escuchando a ella, somos nosotros dos, en tu rincón, abrazados, compartiendo lágrimas que ni sabíamos compartiríamos.  Es tu brazo recorriendo mi cuello hasta convertirse en suave almohada. Soy yo entrelazando mis brazos junto a tu cintura, reposando mi cabeza en tu hombro. Somos un mar de emociones junto a una confusa pero paradisíaca catarata de lágrimas que forman un tierno estuario. Aun sin la luz del sol, nuestras siluetas se reflejan cálidamente.

Gracias Vanessa!

Los Dioses del café.

Dos café. Uno doble filtro, el otro acompañado con leche, ese que viene con una jarrita blanca hermosa, tamaño individual, de esas que queremos cada uno para su sobrecargada colección de innecesarios artículos de cocina.

Comienza el sin parar de temas que nos caracterizan, puesta al día, comentarios jocosos de algún amigo mío y alguna historia divertida de los tuyos.

Nos rodea el pasado, con sus imborrables anécdotas que constantemente revivimos a gusto.

La gastada punta de mi zapato toca esperadamente tu tobillo, lo acaricia. Siento tus inquietos talones acomodándose sobre mis dedos gordos primero, hasta que aterrizan ambos en mis pies. Se sienten cómodos, se sienten cerca, más cerca de esta forma, un poquito más que estando aun sentados en la misma mesa.

Siguen las vivas risas, las miradas exactas, directas, penetrantes. Nada nos mueve hoy, sentimos el segundero del reloj aminorar el paso, cómplice de nuestro rutinario encuentro, hoy permitiéndonos que nadie de los que nos rodea logre distraernos. Si, ya lo sé, es un café más en una esquina de Montevideo, pero para nosotros se ha tornado en un necesario refugio a viva luz.

Vuela el tiempo y a lo lejos se siente la voz del mozo: «se tomaron una horita extra hoy, eh?!».

Cómo se olvida uno que es mortal!

Tiro yo!

Miremos bien la ficha. Esta ficha colorida que llama la atención por la luz que segrega tanto al avanzar como al retroceder. Vayamos al punto exacto en el que fue creada. Color, tamaño y forma, altura, peso… y al tablero! Solo. Unos años más tarde llegaron los hermanos, no existe el juego sin ellos… siguió la vida, como si no fuese a pasar mucho. La escuela, siempre en el turno matutino, odio levantarme temprano. Seguimos con el liceo, mientras vamos bancando los enredos de familia, la que nos toco esa sí que de suerte, no hay otra. Los amo.

Comienza la adolescencia, para muchos despertares de cosas nuevas, terribles aventuras, sexo los fines de semana, las salidas, joda y mucho alcohol. Eso sí hubo, mucho alcohol. El sexo en la adolescencia quedará para la reencarnación. Solo pido no ser hormiga. Bailes, actividades de cuarenta y ocho horas, nada de dormir, poco estudio, mucha diversión y fuimos forjando el camino con esas personitas que increíblemente hasta hoy están en la diaria, o los fines de semana, o cada ocho meses y aun así, no necesitamos de un llamado telefónico para saber que al estar cara a cara seguimos siendo los mismos, con el mismo amor que siempre nos hemos tenido.

Algunos tuvimos la oportunidad de crear conocimientos nuevos en el extranjero, en los aciertos y en los errores, más o menos fuimos ampliando un poco el espectro mental. Y vinieron ellos, los nuevos amores, los amigos hechos en nuevas tierras, tan cercanos como los que habíamos dejado lejos. Como se complica poder armar el campo mental sin dejar a nadie, pero intentando que entiendan los nuevos a los viejos y los viejos a los más nuevos. Aparecen ahora los nuevos hermanos de la vida, las parejas de nuestros amigos que andan por el mundo y los de acá. Y los sobrinos, sangre de nuestra sangre.

Las nuevas adiciones son personajes adorables que han sabido ganarse grandes lugares en el corazón de uno. Algunos han quedado por allá, y se los extraña, mucho, pero siguen creando su camino. La distancia tiene la amabilidad de hacernos sentir más cerca, incluso más cerquita de muchos de los que andan a la vuelta.

Cada uno por su camino, algunos tropezones, pero estamos todos. Seguimos en el tablero, jugando, a hacernos los adultos. Nos pesa un poco más a medida que avanza el contador. Casamientos, hijos, seres increíbles que dejan de estar físicamente presente, pero pasan a ocupar lugares nunca antes imaginados. Están. Siempre.

Y uno, con la cabeza para arriba, mirando para adelante. Intentando esquivar pozos, puentes, carteles despintados, manchas en el tablero. Que difícil a veces se hace continuar el camino! Otras veces nos parece tan fácil! Siempre he pensado que indudablemente es más fácil llegar a la utópica meta cuando son dos coloridas fichas las que juegan en la misma casilla. Tanto amor puro brindado a los amigos, y tanto amor que fluye para darle a esa personita única que sea capaz de hacernos volar, sin capa, sin motor, solo con una mirada cómplice, una mano apretada fuerte que te dé o pida fuerza para tirarnos de cabeza a ciegas. Contención. Respeto. Amor. Puff!

Hace un rato espero la mía. Un buen rato. Y pese a las mil y una vueltas de este entretenido juego de caja llamado vida, me se siento tan preparado para poder conquistar el tablero! Entrenado, con el lustre de una ficha que se siente poderosa, con ganas de que el dado siempre salga en el seis…

Y meta salir el uno!

Serenidad.

La calma. Figura ausente en la semana, nos acobijó esta tardecita de invierno. Nos brindó calor y ganas de más. Siempre más. Se perdió mi risa entre la tuya, entrecruzando proyecciones mágicas de placer y goce, dulce agresividad inquieta, tímida, que hoy nos deja flotando en el más dulce de los mares.

Si nos movemos es para abrazarnos más fuerte. No vislumbramos alejamiento, ninguno corre, esta tarde el tiempo es nuestro. Efectivamente faltan armas, falta el ataque defensivo, la charla de sobrecama sobre el incierto futuro de estos bueyes perdidos, faltan acciones que ya no se extrañan.

Contadas palabras sirvieron para darnos cuenta de que en realidad el mejor tiempo compartido es cuando nuestras horas son aceleradamente consumidas por interminables mimos, minuciosas caricias y esos besos que sabemos compartir. Sigue la calma. Sigue el silencio, disfrutable, ese que tanto anhelamos …

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Sobre como desmantelamos esta bomba at…

Un apasionado e interminable beso. Otro. Mi cansada mano derecha recorre tu cálido cuello y encuentra un lugarcito cómodo en tu axila, ahí queda. Tu amistosa pierna izquierda sin pedir permiso se estaciona lentamente entre mis tobillos, permiso concedido.

Estamos leyendo. Juntos. Queremos entender el porqué de todo este instructivo frente a nosotros de más de cien páginas, pero creo que el cansancio y las ganas de compartir hasta la última milésima de segundo físicamente juntos puede más y los ojos de a poco se van cerrando.

Acomodo mi feliz cuerpo para que finalmente encuentre la posición perfecta que me permita descansar unos minutos más. Estiras los brazos de manera elástica a modo de poder abarcar mi espalda y pecho. Tus manos comienzan un espaciado recorrido hasta lograr encontrarse frente a mi y cual combinación perfecta parecida a la de una caja fuerte de Suiza, se cierran sin querer desprenderse. Quedo prisionero a tu merced. Podría correr lejos, gritar a voz viva que alguien me saque, pero nunca se me ocurriría hacerlo ya que no existe felicidad parecida a la de sentirme atrapado por tu todo. Preso estoy y esclavo esbozo una sonrisa antes de caer en manos del Sr. Sueño.

Pasaran largas horas o fríos días hasta que volvamos conjuntamente a posar nuestros dulces ojos en el pesado instructivo. Sabemos que debemos leerlo todo pero faltan ganas, falta voluntad y aun así la maldita Sra. Responsabilidad, prima de Madurez, nos ahoga…

Oasis.

Hace menos de dos horas que visualizamos la fría niebla invernal que había bajo la nube al despedirnos con mas de veinte besos esta noche. Más despedidas. Un hasta luego, un nos vemos, mañana hablamos, y todas esas cosas que nos decimos cada vez que afrontamos el odiado momento en que debemos decirnos chau.

Siempre pasa. Unos minutos. Cambiamos de nivel. Pasamos a otro canal. Y no es que no hayamos hablado o no nos hayamos dicho todo lo que sentíamos en las horas que acabamos de compartir, es que simplemente nos quedan siempre temas por abordar, conversaciones por tomar o problemas nuestros y del mundo por subsanar o eliminar. Creo que si juntásemos a todos los habitantes de Europa esta misma noche y les pidiésemos que elijan un tema, nosotros dos tendríamos más temas que ellos juntos en una sola de nuestras charlas. Y quedaría una lista aparte de todos esos tópicos que a veces con razón y otras por mero respeto no tocamos. La mayoría los hablamos pero otros tantos, hay ocasiones que elegimos tirarlos por la ventana. Dueños cómplices de una aventura que sigue en curso. Sin pausas, sin titubeos, sin mareos, siempre con las cosas claras y sabiendo que es lo que buscamos en cada uno al reaccionar con el habla. Somos dos robots pensantes que saben cada palabra que están por expresar. Midiendo a cada sílaba la reacción del otro, calculando el impulso del corazón de uno y la elasticidad de la aorta del otro antes de que los pacíficos proyectiles cumplan con su teledirigido objetivo. Hemos logrado tenernos tanto respeto que no podemos no medir los enunciados cuando estamos entrelazados en alguno de nuestros apasionados debates.
Pero no siempre estamos hablando. El entendimiento logrado va mas allá de las herramientas existentes en las palabras y la comunicación auditiva. Podemos arreglarnos sin la voz, como hoy cuando en un momento de éxtasis puro vislumbre mis lagrimas de felicidad corriendo por el agitado desierto de mi rostro a través del reflejo generado en el inmenso oasis de tus ojos verdes. No busque tus palabras para entender donde estabas, donde estábamos. Un fuerte apretón de cuatro manos elevadas a tu pecho junto al habilitado aterrizaje de mi rostro en la perfecta curvatura de tu cuello, le permitió a cada uno de nuestros poros entender la cantidad de frases hermosas que estábamos procesando y vos inevitablemente encriptando en tu corazón.
Nos quedan mil millones de temas por compartir y charlar juntos pero hay otros que a veces no sobrevuelan la nube. Muchas veces los sentimientos que nos llegan de lugares a los que quizás nunca habíamos llegado antes, no se permiten ellos mismos expresar fácilmente y nosotros, llenamos espacios con silencios astrales que descienden a nuestra nube. Los sentimos, nos absorben, pero en cuanto a ser expresados en su forma y contexto, muchas veces optamos por simplemente compartirlos, sin mencionarlos…

Incon…

Abro el Google Chrome con ganas, encuentro la página deseada y busco la siguiente definición: congruente. No es que esté buscando justo esta palabra, pero incongruente me arrastro a la única definición encontrada: congruente. Una vez que aprenda a CONGRUIR podre “incongruir”, me imagino.

Dice el diccionario de la Real Academia Española: (Del lat. congrŭens, -entis, part. act. de congruĕre, convenir). 1. adj. Conveniente, coherente, lógico.

Claro, mi problema más grande luego de encontrar las definiciones es intentar pacientemente encontrarle la vuelta a todo lo que me pasa. Quizás a algunas cosas de las que andan sobrevolando la cabeza y no todas, pero ocupan un rato bien definido, así que en resumen las trato como si fueran de importancia celestial. Cuasi como cuando uno quiere entender el porqué es tan rico tomar mate de tardecita, sin tomarse uno. Para poder comenzar a saborear el rico mate, hay que calentar agua, preparar el mate. Sacarle la yerba con moho si quedo después de varios días hecho, si pasa! Una vez que esta el agua a punto “hervorito” ya podemos ponerla en el termo y deleitarnos con el mate. Hay que vivirlo para entenderlo! Luego sí uno puede deleitarse o decir que el mate es amargo, feo. En mi caso, el mate es sagrado, a toda hora del día. Soy como mi hermano del medio, el que toma mate a la hora que se cruce con la caldera.

Entonces volviendo a la congruencia de las cosas, quiero aprender el significado de incongruente para poder entender si lo que me pasa hoy en día es incongruencia pura o simplemente estoy siendo coherente conmigo mismo, o sea congruente.

El tema es el siguiente, para poder darle forma, color y expresividad al asunto en cuestión, hace unos días que me desperté luego de un viaje largo desde la casa de mis padres hasta mi hogar, saltando en una nube de algodón. Así es, amanecí en una nube. En realidad creo que el conductor de la nube vino a buscarme y yo carente de realidad momentánea subí sin pensar mucho si necesitaría abrigo o me haría mal el vértigo. Y eso que de vértigo vine hablando durante los dos últimos años y bastante, ya que no quería subirme a ninguna montaña porque le tenía fobia a la altura. Esta vez sin embargo, sabiendo con lujo de detalle el recorrido parcial de la nube, a la que pase a llamar “mi nube”, me anime a dar una vuelta. No estaba tan dormido entonces, porque algo de razón puse al subirme, sin embargo lo único que sabia que quería era que esta bola de algodón hermosa me llevase lejos de donde estaba dormitando. Tan lejos que quería olvidar un poco todo el pasado tumultuoso que venía arrastrando. Sé que se puede olvidar y vivir en paz sin hacer viaje alguno, pero si andas por la calle caminando y viene un móvil intermitente que te invita a subir y crees que es la expresión de movimiento más hermosa, blanca y pura que hayas visto en tu vida, uno se sube sin titubear.

El viaje en nube, es complicado. No son todas iguales. Cambian las formas, las distintas tonalidades de su blanco, la textura de su lomo también varia y hasta los olores en ellas han de ser distintos. Es mi primer viaje en ella, no soy un conocedor de nubes, confieso, pero a medida que uno se expresa, entiende y puede abrirse a contar su viaje, me voy enterando de viajes que otras personas han realizado.

Las velocidades pueden llegar a ser de doscientos kilómetros por hora, hasta que pasa la tormenta y la nube se torna blanca nuevamente. No es para todos estoy convencido. Antes había escuchado hablar a algunas personas de otros viajes en nube, y yo me sentía siempre muy lejos de eso. A lo mejor pensé que nunca bajaría una para invitarme a dar una vuelta. O seria que era anti-nubes desde que fui formándome como persona?

La cuestión es que estoy en ella, y no me quiero bajar. Si, así es, escribo desde las alturas más lejanas del planeta. Hay días que me ven, pero mi yo completo se encuentra en ella sin intención alguna de bajar. No aun, no hasta que acabe el viaje. Siento que tengo la oportunidad única de poder vivir este trayecto de vida, observando y escuchando los valores y las opiniones de mil todólogos. Sintiendo que todo lo saben y que pueden opinar al respecto. Claro, quizás nunca les tocó estar en una. Y no me siento orgulloso de que me vean con ojos de rabia, sin embargo, no quiero que haya una persona dispuesta a bajarme hasta que yo no decida hacerlo.

La vida acá arriba es un tanto incongruente según el diccionario, ya que hay días que uno vuela alto pero en lo único que piensa es en el suelo. Y sin embargo a medida que uno toma velocidad en la altura, se siente tan libre poder volar por horas sin las preocupaciones de los de abajo! Los días pasan pero la cantidad de horas es distinta. El tiempo para, se detiene a gusto y deja de correr por el placentero momento que decida uno que esto dure. No voy a negar que he sentido ganas de tirarme sin paracaídas, y darme contra el suelo con ganas de que al despertar la nube haya sido un sueño lindo, completo, pero sueño al fin. No es simple, pero si es excitante.

Creo conveniente que me haya tocado este viaje a esta altura de mi vida por algún motivo, que aun obviamente no se cual es. La coherencia en mi habla mil idiomas pero otras veces se calla ante mi presencia. No me juzga, me escucha.

Quizás pensándolo distinto, pueda ser incongruente como me define el diccionario, estar viajando inconveniente-mente para mucha gente, molestando opiniones, luchando contra valores de muchos, pero lo que nunca voy a dejar de hacer más allá de la real academia es ser incongruente conmigo mismo.

Y si estoy equivocado, lo pagare con la caída, con el golpe y con el asfalto cuando mi nube se esfume. Por ahora, les envió cálidos abrazos y sepan que aun viajando, los estoy observando y cuanta cantidad de discursos incongruentes he ido encontrando…

Pará…

Puff.

Y ahora. A dónde voy? Qué sigue? Qué somos? Cómo nos movemos?

Siento que a cada paso que damos, nos invade la culpa y la bipolaridad del alma, que se llena de papelitos de colores y tormento al mismo tiempo.

Nos hemos convertido en un experimento tan pero tan hermoso que es directamente proporcional a lo mal que nos hace. Bastan tres suspiros de libertad y placer para que nos castiguemos con el látigo doloroso de la culpa y el deseo. Aprieta, nos duele a los dos de la misma manera, pero quién puede querer que haya un mañana cuando el segundo que compartimos es infinito.

Y así disfrutamos del pecado de una manera que nadie se atreve. Latente en nuestras cabecitas esta el saber lo que nos amamos y cuánto mal nos estamos haciendo. Pero, qué puede más? El deseo de continuar o el deseo de parar?

Cuánto va a costarnos continuar?

Parar de qué manera?

El freno se nos quebró hace rato…

Tu rincón.

Existen mil maneras de llamar a las cosas, ya sea por su nombre o por sobrenombres. Algunas personas usan diminutivos, otras prefieren usar la misma palabra pero en otro idioma. Quizás los haga sentir más cultos, más educados o simplemente sea porque culturalmente cuando hay que poner música se aprieta el botón play.

Cosas, lugares, personas, todos llevamos esa etiqueta por dentro o por fuera. Las hay lindas y las hay muy negativas. Algunas expresan mucho, otras no significan nada.

Estoy sentado en un lugar especial en estos momentos. Tan especial, que tiene etiqueta, título, apodo. Y no lo busqué yo. Se lo otorgaste vos, con tanto orgullo y felicidad que realmente da placer compartir insignificancias tan valiosas en esta vida contigo.

Dónde se encuentra la línea que divide una simple etiqueta de ser el nombre más bello que se le haya dado a un lugar tan común? No existe, no la busquemos, se siente. Es una más de esas cataratas de burbujas invisibles que nos hacen eructar dulzura. Nos sonríen la cara a las fuerzas y hacen que veamos en colores todo. Es un cosquilleo hermoso, tan lindo, que hace que me olvide de que simplemente estoy hablando de un lugarcito de mi casa.

Al entrar a mi apartamento, cualquier persona diría que estoy sentado frente a la televisión. O bien podrían decir que elegí quedarme un rato al lado de la ventana. Hay una alfombra, dos sillones, almohadones. También está la mesa ratona. Nada de eso hace que sea especial. Si lo miramos desde el techo, me sitúo en la baldosa número seis, desde el eje que comienza en la pared del cuarto y la pared que da a la calle. Eje horizontal que da a la calle y el vertical la pared del cuarto, la que no tiene cuadros, la vacía. Solo la cubre uno de los sillones y yo, sentado en la baldosa ocho. Podemos realizar un loop de ciento ochenta grados y mirar desde el piso. Veremos que estoy sentado en el panel de yeso número dos. Sigue sin motivarme mucho la mirada ajena. Describiendo fríamente mi localización sin saber porque elegí este lugar para estar.

Pero acá me senté, y voy a seguir por un rato más. Un buen rato, recordando todo lo que hemos compartido.Siento aún el olor a las velas cuando se apagaron. Yo tenía apenas un ojo abierto. Dormía en tus brazos. La noche se nos pasó de manera que nunca nos avisó. El aullido de la última vela sobreviviente me hizo dar cuenta que estábamos tan cómodos en nuestro lugar, que también se nos olvidó cruzarnos al terreno del colchón. Hubiésemos estado más cómodos, si, lo sé y te lo comenté, pero la elección estaba ganada de ante mano. El preferir estar entrelazados incómodamente tiene una satisfacción única que es un poco complicada de describir o descifrar. Si alguien nos ató con candados, espero haya tirado esas llaves en el mar, y que a estas alturas no exista cerrajero capaz de poder despegarnos.

Risas, llanto, melancolía, felicidad, unas miradas cómplices, mucha más risa a loca voz, suspiros, piropos, interminables besos, abrazos y caricias. Recorridas incansables de los rostros de los dos, a veces solo recorridos míos, a veces solo el tuyo, muchas otras doble vía. No faltó nada. El menú fue completo.

Hoy me siento aquí. En tu lugar favorito del planeta. Y te pienso desde el “rincón de la alegría”.