Miremos bien la ficha. Esta ficha colorida que llama la atención por la luz que segrega tanto al avanzar como al retroceder. Vayamos al punto exacto en el que fue creada. Color, tamaño y forma, altura, peso… y al tablero! Solo. Unos años más tarde llegaron los hermanos, no existe el juego sin ellos… siguió la vida, como si no fuese a pasar mucho. La escuela, siempre en el turno matutino, odio levantarme temprano. Seguimos con el liceo, mientras vamos bancando los enredos de familia, la que nos toco esa sí que de suerte, no hay otra. Los amo.
Comienza la adolescencia, para muchos despertares de cosas nuevas, terribles aventuras, sexo los fines de semana, las salidas, joda y mucho alcohol. Eso sí hubo, mucho alcohol. El sexo en la adolescencia quedará para la reencarnación. Solo pido no ser hormiga. Bailes, actividades de cuarenta y ocho horas, nada de dormir, poco estudio, mucha diversión y fuimos forjando el camino con esas personitas que increíblemente hasta hoy están en la diaria, o los fines de semana, o cada ocho meses y aun así, no necesitamos de un llamado telefónico para saber que al estar cara a cara seguimos siendo los mismos, con el mismo amor que siempre nos hemos tenido.
Algunos tuvimos la oportunidad de crear conocimientos nuevos en el extranjero, en los aciertos y en los errores, más o menos fuimos ampliando un poco el espectro mental. Y vinieron ellos, los nuevos amores, los amigos hechos en nuevas tierras, tan cercanos como los que habíamos dejado lejos. Como se complica poder armar el campo mental sin dejar a nadie, pero intentando que entiendan los nuevos a los viejos y los viejos a los más nuevos. Aparecen ahora los nuevos hermanos de la vida, las parejas de nuestros amigos que andan por el mundo y los de acá. Y los sobrinos, sangre de nuestra sangre.
Las nuevas adiciones son personajes adorables que han sabido ganarse grandes lugares en el corazón de uno. Algunos han quedado por allá, y se los extraña, mucho, pero siguen creando su camino. La distancia tiene la amabilidad de hacernos sentir más cerca, incluso más cerquita de muchos de los que andan a la vuelta.
Cada uno por su camino, algunos tropezones, pero estamos todos. Seguimos en el tablero, jugando, a hacernos los adultos. Nos pesa un poco más a medida que avanza el contador. Casamientos, hijos, seres increíbles que dejan de estar físicamente presente, pero pasan a ocupar lugares nunca antes imaginados. Están. Siempre.
Y uno, con la cabeza para arriba, mirando para adelante. Intentando esquivar pozos, puentes, carteles despintados, manchas en el tablero. Que difícil a veces se hace continuar el camino! Otras veces nos parece tan fácil! Siempre he pensado que indudablemente es más fácil llegar a la utópica meta cuando son dos coloridas fichas las que juegan en la misma casilla. Tanto amor puro brindado a los amigos, y tanto amor que fluye para darle a esa personita única que sea capaz de hacernos volar, sin capa, sin motor, solo con una mirada cómplice, una mano apretada fuerte que te dé o pida fuerza para tirarnos de cabeza a ciegas. Contención. Respeto. Amor. Puff!
Hace un rato espero la mía. Un buen rato. Y pese a las mil y una vueltas de este entretenido juego de caja llamado vida, me se siento tan preparado para poder conquistar el tablero! Entrenado, con el lustre de una ficha que se siente poderosa, con ganas de que el dado siempre salga en el seis…
Y meta salir el uno!
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