De ciencia ficción romántica…
Me levanto a las siete y cuarenta de la mañana aun con la baja temperatura que vislumbro en los vidrios desde mi cama. Las ventanas están empañadas y adentro hace frio, lo que significa que la temperatura, aun sintiendo frio en mi cuarto, es mayor a la de afuera… por esto y por todo lo demás no creo querer salir de mi guarida, pero debo ir a la oficina. Es apenas martes.
Me visto, sin planchar la camisa, tomo medio café frio y recuerdo que aun no me he cortado el pelo, pero la desgracia más grande es que el gel se acabó hace dos semanas. Acto de valentía heroica, cuasi de guerrero samurái, me mojo el pelo con agua calentita.
Me alcanzan 5 segundos al dejar mi apartamento para que en mi cabeza se forme el casco más duro de hielo que jamás haya imaginado. Mis vecinos lo miran asombrados. No todos conocen mis poderes. Al principio se siente incomodo y demasiado frio en la frente, las orejas se acostumbran y pierden la sensación de frio, pierden toda sensación, así como la perdí yo hace dos días. Camino tranquilo sabiendo que aun con el bullicio de Agraciada y los gritos de la Estación, nada va a entrar en mi cabeza, estoy protegido. El hielo tiene ese poder de aislar todo pensamiento y todo milisegundo de memoria hermosa que pueda llevarme, que me haga volver a vos.
Subo al bus sin preocuparme por mi casco, es mi herramienta de defensa contra mi mente. Pago el boleto, camino seguro, pero las cámaras hacen plano en la mano del chofer, que pone un cd.
Suena Anita Baker… una, dos, tres gotas. chau casco!