Kolorkins

Allá por 1988 Kodak lanzaba una campaña en la que regalaba animales de peluche, que se llamaban Kolorkins. Y mi fascinación por ellos llegó a tal grado que bauticé a mi entrada forzosa al sueño «Kolorkins».

El ritual era/es sencillo. Cada vez que quiero o pienso que debo esforzarme en dormir, cierro mis ojos. Observo el infinito universo oscuro que cae ante mi. Busco allá por el nuevo horizonte y los veo venir. Miles de micro partículas coloridas. Rojas, azules, amarillas y algunas verdes. Son colores no muy definidos pero a medida que intento cerrar más fuerte mis ojos las veo acercarse con mucha más prisa. Ellos son mis Kolorkins. Y cada noche que les he entregado mis ojos; dueños de mi infinita oscuridad, no me han fallado.

Hoy aquí. Veinte horas más tarde ni mis Kolorkins me ayudan a dormir. Sé que no son ellos. Es el vacío. Mi cama se siente más fría esta noche de abril. Hay un colchón que se siente más liviano a mi lado. Me abraza y susurra en mis oídos frases que intentan acompañarme. «No estás solo» dijo mi almohada, esa que lleva tu nombre.

Aparecen nuevamente mis amigos, uno rojo, veinte, y ahora verdes, cómo puedo hacer para dormir esta noche al no sentir tu calor?…zzzzzzzz

Dudas?

Porque es tan complicado que alguien nos ame? Perdón, reformulo la pregunta. Porque es tan difícil creer que alguien pueda llegar a amarnos tan profundamente y aún así complicarnos para dudarlo todo el tiempo?

Como mido el amor real que siente la otra persona hacia mi, cuando dudo de ese mismo amor ante el primer destello de pureza y ternura verdadera?

Dualidades inquietas que no le permiten a mi cabeza descansar tranquila ya que todo el tiempo me obligo a pensar que la persona que tengo durmiendo en mis brazos va a lastimarme de igual o peor manera a como lo hizo quien una vez durmió en mi mismo brazo.

Solo que esta vez el dormir es distinto. Su latir es diferente. Y hasta el «buenos días» suena dulcemente nuevo, otro color de voz, melodía mezclada con café y canela, amaneceres que he ido aprendiendo a amar de a un sol y nube a la vez. Todo deja de ser lo que es para convertirse en algo nuevo.

Entonces pienso, porque sigo arrastrando el miedo a que me vuelvan a hacer daño si al abrir mis ojos todo es nuevo? Será hora de comenzar a apostar a lo completo que me siento a tu lado y dejar de dudar por un instante de lo que aún no ha pasado? Y si pasa, ya lo he transitado pero la pregunta más hermosa y prometedora de todo esto es: y si no pasa nada malo?!

La despedida.

De las veinticuatro horas que tiene el día y sin temor a equivocarme, pasamos comunicados catorce de ellas. Es el avance en los aparatos electrónicos que nos ha favorecido las vidas y la manera en que nos comunicamos. No queda tema que se nos pase comentar, foto por compartir o secreto por confesar.

El día comienza a eso de las ocho veinticinco y se nos termina poco después de las nueve de la noche y aunque sin intentarlo, pero de manera muy sutil, podemos llegar comunicados hasta la medianoche.

En pocos días romperemos la marca de dos mil fotos compartidas y he aquí nosotros rompiendo récords una vez más!

Pero hay algo que me entristece el alma y hace que mis almohadas giren una y mil veces, comience a recapitular lo hermoso que ha sido el día y las mil y una charlas; intentando borrar el agrio sabor a eso que sé que me acabo de perder, la diaria despedida. La del día. Esa en que nos decimos «chau». Infinita e interminable conversación en la que introducimos tantos nuevos temas que increíblemente deseamos no se termine más. Adrede debe ser y recién ahora me doy cuenta, mezcla del no quererla e intentar ante los inagotables tópicos no parar de teclear, seguir leyéndonos, ahuyentar el sincrónico termino de nuestros latidos.

Hoy siento eso, siento que no paramos de comunicarnos forzosamente a la vez. Vos en tu colchón y yo acá en la cama. Pensándote, siempre, NN.

Gaivotas do Rio.

Meses de planificación sumados a días de sueños por realizar determinadas actividades juntos en un lugar único y sin embargo en apenas un par de horas confirmamos lo que tiempo antes pareció un simple deseo loco que siempre pensamos terminaría como muchos otros, en nuestro baúl. El baúl de actividades y planes que nunca iremos a completar. Pero no, el más improbable de todos, las mas inimaginable de todas nuestras aventuras nos despertó entre los morros, bañados de la salada agua que pertenece al inmenso mar que refresca, abriga y protege a ese paraíso que te vio nacer.

Un inmóvil torbellino de emociones se canalizó por pocos pero intensos días en diciembre. Mismo antes de que pasemos la Navidad con nuestros seres más queridos, lo nuestro fue una burbuja de placer y pasión, un desfile de colores y sensaciones que vislumbró los ojos de ambos. Mis ojos eran primerizos y los tuyos así también lo parecían. Nadie pudo quitarnos las sonrisas tatuadas en nuestros rostros, ni el enemigo cansancio que varias veces intentó derribarnos.

Quedaron infinitos lugares por visitar y comidas por probar, pero lo logrado en tan poco tiempo es un récord digno de figurar en todo libro Guinness. Suelas gastadas de zapatillas que supieron recorrer todo lo que estaba previsto y más. Decenas de sets de fotografías tomadas en indescriptibles paisajes que solo me había animado a soñar. Muchas de ellas hoy, comienzan a formar parte de otro sueño por cumplir juntos.

Difícil imaginarse una patada linda de vida, sana y así lo fue, un galope de emociones en cada uno de los segundos compartidos y un maremoto de momentos que a toda hora hicieron nublarnos los ojitos de felicidad y la gratificante sensación de libertad fuertemente compartida. Estuvimos a cada segundo pegados uno al lado del otro con los brazos bien extendidos a los costados gritando de felicidad, a una altura diez veces mayor a la del señor que nos imita y a su vez cuida la ciudad.

A cualquier hora del día, en las hermosas playas se pueden visualizar decenas de gaviotas revoloteando la orilla, recorriendo toda la costa de morro a morro. Ellas tienen la mejor visual de todas, y nosotros, en estos cuatro inmensos días, fuimos gaviotas salidas del grupo, probando nuevas velocidades de vuelo y de caídas al vacío  para siempre retomar el vuelo que nos contuvo. Fue un hermoso vuelo, que espero siempre poder repetir contigo.

Llamaradas

Inexplicable mezcla de temperaturas paralelamente coexistentes, pares. Una sucumbiendo descaradamente la ciudad sin mayor alerta, solo nosotros conocemos su existencia, otra mucho más tímida, también secreta hierve de ganas y placer bajo el mesurado control de cada corazón que la contiene. Si no fuese por la piel, estallaríamos en lava de pasión, quemando todo lo que se nos cruza. Llamarada que nos quema por fuera y a su vez, latiendo bajo la piel, llamarada que nos consume segundo a segundo, inadvertida. Hace desearnos, físicamente atraídos por la única gravedad que nos sostiene, la del quererlo todo, siempre…
El caminar juntos por el shopping nos pone a ambos la piel de gallina.

Temporada.

Los ruidos del bosque enmudecen, las hojas dejan de caer, algunas quedan suspendidas en el aire. El río detiene la correntada, nadie pretende molestarlos.

Es definitivamente el momento más disfrutable del día durante el cual estos dos lobitos poco a poco van dejando de lado la piel que habitaron para poder fundirse en ese infinito intercambio de risas y besos. Lobos sueltos por separado, corderos tiernos a su encuentro.

Cuesta mucho poder encontrarse en el bosque con un alma que te haga perder la piel con un solo soplido de vida, un aliento fresco que te congele los huesos y vuelva a refrescar todos esos trozos de sentimientos que hemos ido ocultando por miedo a volver a perderlos. Uno aprende a la fuerza a guardar cuando se da cuenta de que lo que las hienas se han ido llevando es más de lo que queda dentro. Hienas, cuervos, tanto salvajismo suelto nos asusta y sin embargo aunque uno no lo considere, por ahí, quizás en momentos inoportunos, esa alma gemela aparece en la penumbra, sin anunciarse a aullidos, caminando lentamente, pero a paso firme. Siempre seguro de que lo que está por vivir, va a quedar grabado como algo irrepetiblemente hermoso.

El atardecer es todo lo que los corderos necesitan, de esos que duran cien horas y una vez que el encuentro termina, cada uno sabe qué camino seguir y hacia donde correr si comienza a llover. Los días siguen su curso, y ellos siempre saben a donde volver, territorio estratégicamente  seleccionado la noche de aquel primer encuentro. Arquitectos de su propio destino, luchadores de una pesada diaria que termina con un simple encuentro de alientos y ganas de compartirlo todo, ellos a la noche saben que no le temen al frío  Siempre encuentran como acomodarse y descansar.

Ya no se asustan, tienen estrategias de supervivencia. El invierno es largo, crudo y peligroso. Lentamente, a lo lejos, se puede escuchar el imparable avance de los cazadores, se siente el pisar de las hojas secas avanzando en dirección a ellos, uno, dos, tres disparos. Acaba de comenzar la temporada de caza.

Se abrazan fuertemente buscando encontrarse en lo profundo de sus dulces miradas, lo peor está por venir. Lo saben, pero no sienten miedo… Silencio nuevamente, muy a lo lejos se sienten las risas de uno de los cazadores y el encendido de un motor que comienza a alejar el vehículo en el que llegaron al bosque.

Un atardecer más que pasaron juntos y nadie pudo arruinárselos.

 

Laberinto

Te las entrego todas. Podes ir seleccionándolas de a una, en grupo, siempre que cumplan con un orden lógico que permita entender lo que significa cada montoncito.

Pido no las disperses mucho ya que a veces si se agrupan de a muchas son difíciles de entender. Hay algunas cortitas que parecen no significar mucho y sin embargo nos llenan el alma. Algunas emocionan, otras nos transportan a exactos minutos vividos en determinados momentos, específicos olores, los colores de ropas que usamos, tanto acumule de imágenes en apenas tan pocas letras!

Traje todas las que encontré, de las que reconozco serías capaz de agrupar y formar un hermoso discurso con ellas. Si encuentras por ahí algunas otras, no dudes en usarlas, una vez que lo hagas, serán tuyas.

Quiero que te sientes a mi lado y una a una vayas dejando salir. Que enuncies con la mejor de las respiraciones, con elocuencia y dignidad. Vos orgulloso de hacerlo ( sé que te lo estoy pidiendo) pero siento que venís guardando y guardando, sin darle a esa cabecita tiempo para vaciar enunciados, largarlos, dejarlos caer o simplemente dispararlos.

Hoy alguna que otra letra puede sobrar, otras nunca las usaras y quedaran guardadas. De todas formas van a quedar contigo, inmóviles hasta que decidas re-armarlas. Pero con las que ya están formadas finalmente quiero me quites una duda… “Qué estas pensando?”.

Despielarnos.

Para no sentirnos más solos. Y compartir. Para olvidarnos de la pesadumbre que nos azota día a día. Nos azotaba. Para inspirarnos, a ser mejores, a retener más aire en nuestros pulmones, para sentirnos más vivos, más frescos, llenos de vida y ganas de levantarnos no importa cuán temprano sea. Para cocinar, y cocinarnos, bailar y no parar de reírnos. Para despielarnos tanto como vaya restando sacar, y volvernos a vestir una y otra vez con ganas de repetir. Para encontrarnos y desencontrarnos, siempre con la sonrisa que nos caracteriza y este grupo de cuatro ojitos siempre atentos y deseosos de contemplarse. Para los cafés, los piropos, los suspiros y las medias frases. Las frases enteras y los enojos, junto a tu esfuerzo y encanto por ganar el desenojo. Para las fotos y no fotos, las que quedan por sacar y las que ya nunca sacamos. Las mil y una aventuras que juntos compartimos del pasado y el presente, cruzando dedos y rezando a santos para que en algún momento, con mucha suerte, en esta vida, nos toquen mil más por venir. Para no parar de llorar y justo cuando sentimos que estamos ahogados, dejarnos llevar por las locuras que cometemos, que no le hacen más daño a nadie más que a nosotros mismos. Por los desayunos y algún ayuno. Los mimos debajo de la frazada, la intención de compartir una carpa, una infinita noche, el eterno y tan esperado abrazo y los siempre bienvenidos besos.

Y para esas charlas de magísteres en el derecho, el deber y la buena voluntad de no lastimarnos, de querer parar al mundo, solo por veinte minutos y ciegamente dinamitarnos en infinitas partículas para que juntas puedan volver a ser una misma fuerza. Un solo corazón, una sola voluntad, una sola razón, de ser, de amar, de contemplar. La exquisita causalidad de habernos encontrado es un premio compartido.

Hoy, el viento y la lluvia limpian la ciudad, y yo al pensarte voy limpiando mi alma, la purifico y siento que me renuevo.

Te extraño.

El caballero y su almadura.

Allá por los noventa, cuando era la hora de ir a dormir, aparecía en la TV todas las noches y a la misma hora, el hiposaurio bostezón. Tenía una canción pegadiza y era una linda animación hecha vaya uno a saber dónde. También quería decir que llegaba la hora de ponerse la odiada polera que mi mamá me hacía vestir cada noche para dormir abrigado. Tenía un cierre muy, muy largo en la parte posterior del cuello que, si no estabas prevenido, te arrancaba una indescriptible cantidad de cabello. Y dolía. Mucho!

Con el tiempo fui entendiendo que mamá solo quería protegerme, del frío de la noche, de las salidas tarde, de que si me vendían una cerveza abierta iba a tener droga, vaya si quería protegerme. Y era eso, un cargamento de buenas intenciones que siempre resultaban pesadas para mí, nunca suficientes para ella.

Pasaron ya más de veinte años y sé que aun sigue protegiéndome. Ya no de los autos ni de la noche en la oscuridad, quizás sea un poco más profunda su preocupación y esté cuestionando mi alma, mis acciones dirigidas por el corazón, definitivamente no por mi razón. Recuerdo vívidamente la noche en que le mencioné cuan interesante sería ir a un psicólogo allá por mi temprana adolescencia, y ella dejó abruptamente de fregar, giró desde la pileta y con un tono preocupante me cuestionó: «qué te pasa, qué sentís, te pasa algo?». No volví a mencionarlo nunca más. Y si me hubiese escuchado el cuco psicólogo, andaríamos los dos hoy en día con los mismos cuestionamientos? No hay culpas, solo pasares. Y ese tiempo ya pasó.

Los otros días en una de mis visitas a casa de mis padres, sentados mano a mano con mamá, volvió a surgir el tema de mi falta de suerte al no encontrar una persona con quién compartir la vida. Probablemente para ella mi dificultad radica en mi poco acertada selección de personajes que han desfilado por su casa y la mía propia, y eso haga ver a mamá con otros ojos las cosas. No lo sé.

Pasa lo siguiente, no solamente me es imposible saber si a quien yo elija me va a acompañar un día o un trillón y medio, sino que además pueden pasar, y pasaron diecinueve meses en los que parecía que me casaba, tenía perros e hijos en mi relación más estable hasta la fecha, hasta que en un inadvertido despertar, estalló una bomba y la persona que amaba se convirtió en un total desconocido. Como ocurrió? No me di cuenta antes. En que fallé o fallamos? Nunca lo sabré. Tampoco creo que mucha gente pueda sentarse a explicármelo, solo sé que a medida que pasa el tiempo, siento que a través de las experiencias vividas, uno va ensillando su caballo. Afilando sus herramientas de a poco, para una vez sanadas las heridas, entusiasmado salir al ruedo a competir nuevamente en la más hermosa batalla que nos toque pelear.

Siento que, por culpa de y gracias a dichas batallas, mi alma se ha ido endureciendo un poco más cada día. A pesar de las caídas y cruzadas no conquistadas, sigo siendo ese mismo muchacho que llegado el otoño, miraba los arboles y se maravillaba del color de las hojas, de la forma de sus ramas. Por dentro, todo eso a mí, me hacía feliz. Hoy, soy feliz. Y pienso seguir siéndolo.

De todas maneras, y aunque nunca lo entiendas: «Gracias mamá!». Yo sí te entiendo y aunque no me creas, cargo a donde vaya con mi pesado armamento de defensa, solo que de la forma que me he ido armando, que funcione o no, va a depender siempre de mi intencionalidad en las batallas que me queden por atravesar.

Eso sí, voy a optar por disfrutar de mis guerras, más allá de cualquier plan estratégico. Siempre.

Camuflaje.

Disfrazarnos a diario ya nos resulta tarea fácil. Qué poco complicado que es poder demostrarse afecto aun con un centenar de extraños peatones a nuestro alrededor!

Incluso en nuestro bar, rodeados de cuarenta camisetas celestes, un simple gesto suma a la dosis diaria y necesaria de afecto compartido.

Otro de esos deliciosos cafés que enormemente disfrutamos mano a mano. Una mano mía que estaba agarrando una taza, se cruzó inesperadamente con una de tus manitos y ellas, casi sin haberse visto por dos días, decidieron entablar una afectiva charla que duró segundos, pero bastó para que ese digitado encontronazo sea eterno. Ellas charlaron, se rieron, acariciaron y hasta un par de besos se dieron.

Hay veces que luego de ver como se reconocen y saludan nuestras manos, nos miramos cuales cómplices que acaban de concretar su ansiado plan maestro. Otras se nos pasa el momento sin mencionarlo, sabiendo lo que acabamos de hacer pero sin darle demasiada importancia, nuestras sonrisas o una simpática guiñada lo dicen todo.

No pasaron treinta y siete minutos y las mismas manos hoy decidieron volver a encontrarse cerrando un casillero.

Esta vez el deseado encuentro fue más despacio, mucho más disfrutado por ambas. Y ni el guardia de seguridad ni la señora que iba saliendo de la tienda (demasiado ocupada con las compras que había realizado) se percataron de tal emocionante y silencioso festín de dedos y manos.

Nunca nos ha costado dejarnos llevar por la calibrada burbuja que hemos ido armando. Estoy convencido de que nadie se percata de ella y quienes sí lo hacen, disfrutan silenciosamente al verla. Otros la envidiarán, pero no nos corresponde.

Vos y yo, dentro y fuera de ella, vamos «tranki».