Dudas?

Porque es tan complicado que alguien nos ame? Perdón, reformulo la pregunta. Porque es tan difícil creer que alguien pueda llegar a amarnos tan profundamente y aún así complicarnos para dudarlo todo el tiempo?

Como mido el amor real que siente la otra persona hacia mi, cuando dudo de ese mismo amor ante el primer destello de pureza y ternura verdadera?

Dualidades inquietas que no le permiten a mi cabeza descansar tranquila ya que todo el tiempo me obligo a pensar que la persona que tengo durmiendo en mis brazos va a lastimarme de igual o peor manera a como lo hizo quien una vez durmió en mi mismo brazo.

Solo que esta vez el dormir es distinto. Su latir es diferente. Y hasta el «buenos días» suena dulcemente nuevo, otro color de voz, melodía mezclada con café y canela, amaneceres que he ido aprendiendo a amar de a un sol y nube a la vez. Todo deja de ser lo que es para convertirse en algo nuevo.

Entonces pienso, porque sigo arrastrando el miedo a que me vuelvan a hacer daño si al abrir mis ojos todo es nuevo? Será hora de comenzar a apostar a lo completo que me siento a tu lado y dejar de dudar por un instante de lo que aún no ha pasado? Y si pasa, ya lo he transitado pero la pregunta más hermosa y prometedora de todo esto es: y si no pasa nada malo?!

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La despedida.

De las veinticuatro horas que tiene el día y sin temor a equivocarme, pasamos comunicados catorce de ellas. Es el avance en los aparatos electrónicos que nos ha favorecido las vidas y la manera en que nos comunicamos. No queda tema que se nos pase comentar, foto por compartir o secreto por confesar.

El día comienza a eso de las ocho veinticinco y se nos termina poco después de las nueve de la noche y aunque sin intentarlo, pero de manera muy sutil, podemos llegar comunicados hasta la medianoche.

En pocos días romperemos la marca de dos mil fotos compartidas y he aquí nosotros rompiendo récords una vez más!

Pero hay algo que me entristece el alma y hace que mis almohadas giren una y mil veces, comience a recapitular lo hermoso que ha sido el día y las mil y una charlas; intentando borrar el agrio sabor a eso que sé que me acabo de perder, la diaria despedida. La del día. Esa en que nos decimos «chau». Infinita e interminable conversación en la que introducimos tantos nuevos temas que increíblemente deseamos no se termine más. Adrede debe ser y recién ahora me doy cuenta, mezcla del no quererla e intentar ante los inagotables tópicos no parar de teclear, seguir leyéndonos, ahuyentar el sincrónico termino de nuestros latidos.

Hoy siento eso, siento que no paramos de comunicarnos forzosamente a la vez. Vos en tu colchón y yo acá en la cama. Pensándote, siempre, NN.